23 de septiembre de 2018.- Los blanquiazules enlanzan su tercera derrota, de nuevo tras no gestionar correctamente su ventaja.

Adela Sanz.- No termina de arrancar la Gimnástica. Tras caer frente al Amorebieta, el conjunto torrelaveguense suma su tercera derrota consecutiva –segunda en El Malecón– y enciende las primeras luces rojas en los cuadros de mando de una nave que no encuentra el modo de seguir la hoja de ruta. Aún se carece de perspectiva para analizar las causas del problema y tiempo habrá para hallarlas y buscar una solución, pero lo que está claro es que algo no funciona. En las primeras cinco jornadas el equipo ha ido de más a menos. Bien en el debut frente al Real Unión y mejor aún en Tanos contra el filial del Athletic. La derrota en Tudela parece haber marcado un punto de inflexión, porque desde entonces los blanquiazules no han levantado cabeza. Y ni siquiera El Malecón, otras veces determinante, ha servido de remedio. Al contrario, es en estos dos últimos encuentros en casa donde se han revelado más debilidades.

Si la derrota de la semana pasada ante el Vitoria fue dolorosa, quizás lo es más esta, porque llega tras una remontada del rival, que en apenas diez minutos invierte a su favor el resultado y saca a relucir los fallos de una Gimnástica que quiere, pero, al menos de momento, no puede. Y pese a que todavía es pronto para tirarse de los pelos, no lo es para preguntarse qué es lo que está roto y de qué modo puede arreglarse.

Pablo Lago volvió a confiar en el esquema táctico de los últimos encuentros. Cusi por delante de la defensa, Víctor y Palazuelos formando un doble pivote algo más adelantados, Vitienes y Rozas en las bandas y arriba un solo punta, en esta ocasión Primo. El asturiano tal vez perseguía con ello dos objetivos. Fortalecer el sistema defensivo, por un lado, y crear superioridad de efectivos en las acciones de ataque, por el otro. El primer acercamiento al área fue para los visitantes, con un saque de esquina que no remató con acierto Martins, enviando el balón desviado de la portería. El Amorebieta, lejos de entregar el control del partido a los torrelaveguenses, que comenzaron algo espesos, optó por tomar las riendas. La Gimnástica, lenta de reflejos en el arranque, no tardó en despertar. En su primera acción ofensiva, Primo centró en profundidad hacia la derecha, y Hugo Vitienes, que llegaba a la carrera, chutó fuerte, pero Magunagoitia detuvo el lanzamiento.

Esa acción actuó como catalizador de la ambición de los blanquiazules, quienes dispusieron a partir de ahí de más oportunidades. Primero un remate de cabeza de Luis Alberto en un saque de esquina, que se marchó desviado y minutos después otro de Palazuelos, que afinó mejor la puntería y lo puso en la misma escuadra, fuera del alcance del guardameta, que nada pudo hacer por evitar el gol.

El tanto del centrocampista espoleó al equipo y llegaron más ocasiones. Por momentos, el juego de los blanquiazules recordó al de la temporada pasada. El equipo, concentrado en defensa y motivado en ataque, movía el balón con soltura y eficacia y daba la impresión de que sabía muy bien qué hacer en cada momento. Fruto de esa confianza en sus capacidades llegó otra buena oportunidad para marcar. De nuevo en una acción a balón parado, tras una mano en la frontal del área, Cusi, encargado de ejecutar el lanzamiento, golpeó con potencia el balón, enviándolo por encima de la portería. Cerca estuvo de marcar el mediocentro el tanto que hubiera dejado casi resuelto el partido.

Cambio de tornas
Sin embargo, fue el rival el que consiguió el empate y, ya en el último minuto del primer tiempo, el tanto que le dio ventaja. Avisó primero con un cabezazo de Iturraspe tras un centro de Iker Bilbao y después, en los últimos diez minutos, con dos acciones que cambiaron el orden de las cosas. La primera un penalti cometido por Cristian que Ortega se encargó de ejecutar, batiendo a Álex Ruiz; la segunda, cuando los dos equipos se aprestaban a tomar rumbo a los vestuarios. Un rechace de la defensa blanquiazul en un saque de esquina a favor del Amorebieta que recogió Iker Bilbao, quien envió el balón a la red.

La primera mitad terminó de la forma que nadie desea para sí, con un tanto de esos que tanto daño hacen en el ánimo. Un gol que dejó fríos a los jugadores gimnásticos y casi helados a sus aficionados, quienes no esperaban ese giro dramático de los acontecimientos. Les quedaban por delante, no obstante, otros cuarenta y cinco minutos para volver las cosas a su sitio. Mientras quedase tiempo, había esperanza.

El objetivo, aparte de marcar, era mejorar en el juego. La Gimnástica, en la recta final del primer tiempo, había perdido intensidad, y eso se reflejó en un descenso de la concentración en defensa y de fluidez en las acciones ofensivas. Lo primero que se notó tras la reanudación fue la intensidad. Los futbolistas retornaron al césped motivados y con energía, decididos a reparar los daños. No tardó en llegar el primer acercamiento con peligro, esta vez por la izquierda, con una internada de Diego Rozas y un remate que desvió un defensor y terminó en saque de esquina. Esa era la energía que le hacía falta recuperar al equipo de Lago. Sin embargo, parecían más arranques de coraje que decisiones firmes de la voluntad. Heridos en su orgullo, los blanquiazules querían, pero eso a veces no es suficiente. Hace falta algo más que desear para lograr el objetivo.

El entrenador gimnástico movió piezas y dio entrada a Fer en lugar de Cristian, tratando con ello de darle al juego mayor profundidad por la derecha. El lateral protagonizó, de hecho, la siguiente acción de peligro, pero su remate con la izquierda se fue desviado. Primo, algo después, tuvo en sus botas el empate. Vio adelantado a Magunagoitia y desde lejos trató de batirlo.

Hubiera sido, de entrar, un gol fantástico, de esos que se recuerdan durante largo tiempo, pero el balón no encontró la portería. La falta de puntería estaba condenando a la Gimnástica, que a estas alturas del partido, a falta de menos de media hora para el final, había puesto todo su corazón en la tarea de empatar. Lo de menos era la manera de llegar porque de lo que se trataba era de lograr el gol, así que los futbolistas blanquiazules optaron por los balones largos y bombeados. Una apuesta cercana a la desesperación esa de apostar por la cantidad, pero legítima en un equipo que veía como se le escapaba el encuentro ante los vascos.

Siguieron llegando las ocasiones, pero acompañadas de la mala fortuna. Un remate fuera de Luis Alberto, otro intento de Fer y un potente remate de Rozas que pasó cerca de la escuadra. Oportunidades desperdiciadas que reflejaban cierta desazón, a un tiempo el deseo de convencerse de que la remontada era posible, pero al final, no pudo remediar el desastre.