La Gimnástica salió con la lección aprendida de otras tardes en las que arriesgando un poco lo perdieron todo. Se ordenaron y al lío. El Arenas, por su parte, quizás por vergüenza torera, quiso pero no pudo. No tenía su día. A excepción de su lateral izquierdo, Gayoso, que hizo un surco en su banda y les cogió a contrapié a los zagueros blanquiazules, nadie dio una nota en los primeros 45 minutos. Cero.

Tanto voló el balón, que como es lógico, a más de uno aún le dolerá la cabeza o el cuello todavía de mirar para arriba. Terminaron de deslucir la tarde las constantes interrupciones del árbitro que se veía obligado a parar el juego cada poco con tanta intensidad y tan poco fútbol. No extrañó que los espectadores ni tan siquiera esperaran a que el trencilla pitase el descanso para acudir al ambigú a por el cafelito de siempre. De camino al bar, los comentarios versaban en torno a la alineación del Athletic de Bilbao en el Metropolitano. Sirva el comentario para ilustrar lo visto hasta el intermedio.

La Gimnástica suma cuatro partidos con tan solo un gol encajado, y de penalti

Y es que la pizarra de Pablo Lago estaba pintada con rotulador permanente. Ni un cambio hasta el minuto 70. La primera parte fue un trámite. No es que la de su colega en el Arenas de Getxo, Pablo Ballesteros, fuera una obra de arte. Ni mucho menos. Si hubiesen pactado quitar las porterías más de uno se lo hubiese agradecido. Sin embargo a los locales ese fútbol les va. Esa forma de jugar se comió el año pasado sin ir más lejos a un Racing candidato al ascenso (3-1) por no saber cambiar el registro. Lago tuvo claro que a él se le podía escapar el partido, pero no por no saber qué era lo que había que hacer.

Y es que cuando existe recelo, es complicado exponerse. Nadie se atrevió a filtrar un pase interior, ni tampoco un desmarque en ruptura. Si esas dos premisas fallan, el espectáculo desaparece. La mitad del partido fue un manual de entrenador experto que no quiere arriesgar ni lo más mínimo. Aburrido y sin que nadie hiciera el mínimo esfuerzo por cambiar el escenario. Tensión consentida.

Lago plantó a Palazuelos y Cusi, su doble pivote fetiche, y a partir de ellos cimentó el orden táctico, con una defensa de cuatro hombres o de cinco, según se mire o se terciara. Y apostó por Barbero como punta para todo. Y el chaval se dio una paliza buscando algo que terminaría encontrando cuando ya no contaba con ello. Se abusó del juego directo, pero no como una consecuencia sino más bien por impotencia. El descanso fue una vacuna contra el hastío, que haría reacción en el último tercio.

Más de lo mismo
Pero al salir de la caseta, como si no hubiera pasado nada. Los dos equipos se colocaron en su sitio, en el mismo, parecía que se lo habían marcado con spray. Ni un pase entrelíneas, ni un cambio de orientación ni tan siquiera una internada con maldad. Todo por arriba y directo. Sin atajos. La única fuga incontrolada que la Gimnástica no acertó del todo a controlar fue su banda derecha, donde Gayuso y Urkiza se plantaron en la línea de fondo y dieron un par de pases atrás que encogieron el corazón blanquiazul.

Se fue la lluvia, cayó la noche y la vida seguía igual. Hasta el minuto 70 nadie quiso que cambiara. Fue entonces cuando Lago sentó a Víctor y metió a Rozas. No cambió el dibujo, pero sí las ganas. El chaval se colocó en punta con la misión de bajar el balón con cierto sentido y cinco minutos después llegó el premio. Un balón que el mismo peleaba acabó en Barbero, que a la media vuelta habilitó a Vitienes. Con ocasión y media, el equipo torrelaveguense se adelantaba en el marcador. El gol llegó de repente y al Arenas le dejó frío. No es que hubiera hecho más méritos que su rival para marcar, pero alguno más sí. Justo un par de minutos antes había mandado un balón al poste en un barullo incontrolado en el área de Álex Ruiz. Por eso le costó reaccionar. El equipo local siguió haciendo lo mismo pero con más insistencia, con más riesgos.

En el fútbol sólo los goles dan la razón en todo. Por eso Lago decidió darle continuidad al asunto una vez que Vitienes puso a su equipo en franquicia. Movió el banquillo y dio entrada a Cagigas para volver a jugar a lo mismo pero con frescura. Salió ganando. Y cuando ya el Arenas se desmelenó y jugó sin mirar atrás reforzó el centro del campo con Alberto. Retrasó a Cusi como central adelantado y terminó jugando con una especie de trivote para hacerse más fuerte todavía. El Arenas ya no disimuló y empezó a tirar pelotazos en busca de un empate que no hubiera firmado antes de empezar el partido, pero que en los últimos diez minutos hubiera hasta pagado por ello.

Pero la Gimnástica jugaba ya a favor de obra y eso no admite sobornos. Lago sabía que su equipo había hecho lo más difícil, ponerse por delante en el marcador, y con la defensa de su rival en el centro del campo sólo esperaba rematar la faena con el colmillo afilado. No le hizo falta y con el gol de Vitienes le sirvió para sumar los tres puntos, los primeros a domicilio, y llevarse oro molido de un campo en el que muchos de sus enemigos directos lo tendrán muy difícil.

El triunfo de refrenda la idea de que la Gimnástica es otra; se ha hecho fuerte en defensa y a partir de ahí busca adaptarse de la mejor manera al medio. Ayer fue a un fútbol vertical e incómodo; ante el Mirandés a uno combinativo y más efectivo… Ha sumado siete de los nueve últimos puntos disputados y todo parece distinto. La dinámica que vive se explica al ver la última jugada del partido:Dani López, delantero del Arenas, remata a las manos de Álex Ruiz la mejor ocasión de su equipo. Con el tiempo cumplido.

Marcos Menocal – Diario Montañés